JAMES PETRAS CASO VENEZUELA
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REALIDAD
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Por DAVID UGARTE
JAMES PETRAS CASO
VENEZUELA
Un poco sobre James
Petras:
Durante la década de 60, y antes
de licenciarse, James Petras (1937) fue militante de los derechos humanos y
líder estudiantil en la Universidad de Berkeley, Estados Unidos. Se doctoró en
Filosofía en la Universidad de California. Desde 1960 a 1973 enseñó y dirigió
investigaciones en algunos países latinoamericanos, especialmente en Chile,
donde colaboró con el gobierno de Salvador Allende. Luego del golpe de Estado
de Augusto Pinochet, Petras fue miembro del Tribunal Russel sobre la represión
en América Latina, junto a Julio Cortázar y Gabriel García Márquez.
En las décadas del 70 y 80
participó activamente en el movimiento de derechos humanos que combatió las
torturas y desapariciones provocadas por las dictaduras latinoamericanas, y
escribió para renombrados periódicos de izquierda: Le Monde Diplomatique, New
Left Review, Monthly Review. Entre 1982 y 1984 fue director del Instituto de
Estudios Mediterráneos de Atenas. Petras también enseñó en la Universidad de
Pennsylvania y fue director del Proyecto de Estudio del Desarrollo
Latinoamericano en el Instituto de Administración Pública de la misma
universidad. Actualmente es profesor en la Universidad del Estado de Nueva York
en Binghamton.
Entre los temas de toda su
producción intelectual, especializada en la problemática latinoamericana, se
destacan sus reflexiones sobre el conflicto entre clases sociales, el
imperialismo, el Estado, la revolución, la transición a la democracia, y otros.
En la actualidad tres temas son los que ocupan su atención: las rivalidades
entre las distintas potencias imperialistas (Estados Unidos, Japón y Europa),
el repliegue de los intelectuales críticos durante la década del 80, y las
contradicciones del socialismo de mercado.
Sin embargo, Petras vincula mucho
estos temas al fenómeno del imperialismo. El autor define al “estado imperial”
(identificado sobre todo con Estados Unidos) como el "que impone nuevas
reglas que moldean el comportamiento de los demás Estados". Ahora bien
este "estado imperial" responde a las demandas y los intereses de sus
capitalistas que tratan de desplazar el capital hacia el exterior a fin de
realizar actividades lucrativas a nivel mundial. En su libro, Globaloney,
afirma que "de las 500 empresas más grandes del mundo, vehículos de
circulación de capitales como instrumento de la globalización, el 49% son
norteamericanas, el 37% son europeas y el 10% son japonesas". En este
sentido, el término "globalización" vendría a ser un sustituto de
"imperialismo": "el concepto de globalización entró en la jerga
periodística para describir el fenómeno de expansión de capitales y de empresas
norteamericanas, europeas y japonesas conquistando espacios económicos"
Este análisis está profundamente
vinculado con un problema muy actual para los países latinoamericanos: las
políticas de ajuste estructural que se vienen aplicando por recomendación de
los organismos de crédito internacional (FMI y Banco Mundial)
Según el autor, las políticas del
FMI, aunque aparentaran tratar con problemas específicos, técnicos de la
balanza de pagos de cada país, buscaban remodelar la economía global: se
centraron en el cambio del papel del Estado en la economía y la expansión de
las relaciones de mercado.
Petras es terminante a la hora de
analizar las consecuencias de la aplicación de esas políticas: "Las elites
locales e internacionales se han beneficiado mucho del ajuste estructural. Las
deudas privadas las ha asumido el Estado, los bancos acreedores han recibido
miles de millones, las organizaciones de las clases trabajadoras han sido aplastadas
o dramáticamente debilitadas mediante la represión y las consecuencias
económicas del ajuste. El ajuste estructural sería una forma de lucha de clases
con otro nombre, organizando un cambio drástico en términos de poder de clases
en beneficio de los ricos y privilegiados".
19-09-2011
Elecciones presidenciales de
2012
Chávez frente a Obama
James Petras
Rebelión
Traducción por S. Seguí
Introducción
Dos presidentes en ejercicio se postulan para su reelección en 2012:
Hugo Chávez en Venezuela y Barack Obama en Estados Unidos. Lo que da realce a
estas dos contiendas electorales es que representan, en contraste, respuestas
antagónicas a la crisis económica mundial. Chávez, con su programa
socialista-democrático, persigue la promoción de políticas de inversión pública
a gran escala y largo plazo, y un gasto público orientado a crear empleo,
bienestar social y crecimiento económico. Obama, guiado por su compromiso
ideológico con el capitalismo financiero corporativo,
canaliza miles de millones de
dólares para rescatar a los especuladores de Wall Street, se centra en la
reducción del déficit público y los impuestos, y ofrece subsidios
gubernamentales a las empresas con la esperanza de que los bancos presten y el
sector privado invierta. Obama espera que el sector empresarial comience a
contratar desempleados. La estrategia económica de Chávez se dirige hacia el
aumento de la demanda popular mediante el aumento del salario social. La
estrategia de Obama va dirigida a enriquecer a la élite, con la esperanza de que
se produzca el efecto de "goteo" (trickle down). El programa de
recuperación económica de Chávez se basa en un
sector público líder, el Estado,
a la luz de la crisis inducida por el capitalismo de mercado y la falta de
inversión por el sector privado. La recuperación económica de Obama y su
programa de empleo dependen totalmente del sector privado, utilizando para ello
los regalos fiscales, a fin de estimular una inversión nacional que genere
empleo.
De acuerdo con los expertos y los
políticos, el desempeño socioeconómico de cada uno de los dos presidentes será
decisivo para determinar quién será reelegido en 2012.
Medir el desempeño de los presidentes Chávez y Obama ante las crisis
económicas
En los últimos tres años, los dos
presidentes se han enfrentado a una profunda crisis socio-económica que ha
producido un aumento del desempleo, de la recesión económica y de las demandas
populares de liderazgo político en la formulación de un programa de recuperación
económica.
El presidente Chávez respondió a
través de un programa a gran escala del gasto público en programas sociales. Se
asignaron miles de millones de dólares a un programa de vivienda masiva
diseñada para crear un millón de hogares en los próximos años. Chávez ha
reducido las tensiones militares y ha desactivado los conflictos fronterizos
mediante la negociación de un acuerdo político con el régimen derechista de
Santos en Colombia.
Chávez aumentó el salario mínimo
y los pagos por pensiones y seguridad social, aumentando con ello el consumo
entre los grupos de bajos ingresos, estimulando la demanda y aumentando los
ingresos de las pequeñas y medianas empresas. El Estado venezolano se embarcó
en grandes proyectos de infraestructura, especialmente carreteras y
transportes, y en la creación de puestos de trabajo en actividades intensivas
en mano de obra. El gobierno de Chávez ha sostenido el nivel de vida mediante
el establecimiento de controles de precios de alimentos esenciales y otros, que
han mantenido la demanda popular a expensas de la especulación por parte de los
dueños de supermercados. El gobierno de Chávez ha nacionalizado lucrativas
minas de oro y ha repatriado las reservas del extranjero a efectos de
financiación del programa de recuperación económica basado en la demanda,
dejando de lado las concesiones fiscales a los ricos y los rescates de bancos y
empresas privadas en quiebra.
Obama rechazó realizar cualquier
tipo de inversión pública a gran escala y a largo plazo destinada a crear
puestos de trabajo: su propuesta Jobs for America conseguirá, en el mejor de
los casos, reducir temporalmente el desempleo en menos de cinco décimas de uno
por ciento. En la búsqueda
de políticas que beneficien a los
poseedores de bonos de Wall Street, Obama se involucró profundamente en la
reducción del déficit, es decir, en los recortes a gran escala del gasto
público, en particular el gasto social. Obama, de acuerdo con la extrema
derecha, aceptó sus regresivas propuestas de reducir los desembolsos destinados
a la Seguridad Social y los populares programas Medicare y Medicaid. Sus
propuestas de financiación de Jobs for America dependen de los recortes a la
Seguridad Social, lo que garantiza una reducción en los desembolsos y un
déficit, o algo peor, que facilitaría su privatización, es decir, la entrega de
la seguridad social a Wall Street: un caramelo de miles de millones de dólares.
Obama ignora a las víctimas de
las ejecuciones hipotecarias, más de 10 millones de familias, los que no tienen
hogar y la degradación de las viviendas, en beneficio del rescate de los bancos
y los estafadores hipotecarios.
Obama ha aumentado el gasto
militar y multiplicado las tropas de combate en el extranjero, las operaciones
terroristas clandestinas y el aparato de espionaje interno, aumentando el
déficit a costa de las inversiones productivas en educación, mejoras
tecnológicas y promoción de las exportaciones.
A diferencia de Chávez, que lleva
a cabo notables políticas educativas y laborales positivas a favor de los venezolanos
de origen africano e indígena, Obama hace caso omiso del 50% de desempleo en
las grandes ciudades entre los jovenes (18-25 años) afroamericanos y latinos,
favoreciendo en cambio a los banqueros blancos de Wall Street.
En contraste con Chávez, que vinculó
las pensiones y los salarios a la inflación y hacer cumplir los controles de
precios, Obama congeló los salarios federales y los pagos de la Seguridad
Social, con el resultado de una disminución del siete por ciento de los
ingresos reales en los últimos tres años.
Según datos recientes de la
Oficina del Censo de EE.UU. (septiembre de 2011) con Obama más de 46 millones
de estadounidenses viven en la pobreza, la mayor cifra conocida. La mediana de
ingresos de los hogares cayó un 2,3% entre los años 2009 y 2010. El número de
estadounidenses en la pobreza aumentó del 13,2% en 2008 al 15,1% en 2010. Casi
uno de cada cuatro niños vive enla pobreza en 2010, y más de 2,6 millones más
de ciudadanos estadounidenses habrían descendido al nivel de la pobreza en un
solo año. En el otro extremo, con la política económica del "goteo"
de Barack Obama, el número de
estadounidenses ricos -personas con ingresos de más de 100.000 dólares anuales-
han sufrido poco o ningún impacto: las tiendas de artículos de lujo, como Tiffany´s,
han experimentado un aumento del 15% en sus ventas. El 10% inferior de la
población ha sido el que más ha sufrido, con una caída en sus ingresos del
12,1% en 2009-2010, mientras que el 10% con mayores ingresos registró un
descenso del 1,5%. De los 34 países miembros de la OCDE, EE.UU., junto a
México, Chile e Israel, es el país con mayor desigualdad social. Las políticas
de estímulo de Obama, "de arriba abajo", han salvado a los banqueros
a costa de sacrificar la clase media y la clase trabajadora.
Consecuencias políticas y económicas de las diferentes políticas
Las consecuencias políticas y
económicas de las diferentes políticas socioeconómicas -"de arriba
abajo" en el caso de Obama y "de abajo arriba" en el de Chávez-
son notables en todos los sentidos. Venezuela creció un 3,6% en el primer
semestre de 2011, mientras que EE.UU. se estancaba en menos del 2%. Peor aún,
durante la segunda mitad del año, Obama y sus asesores expresaron su temor de
que EE.UU. se encaminara hacia una recesión, con crecimiento negativo.
En contraste, el Presidente del
Banco Central de Venezuela prevé un crecimiento acelerado para el año 2012.
Mientras que el porcentaje de desempleados en EE.UU. sigue estando por encima
del 9%, que sumado a los subempleados se eleva a más del 19%, las grandes
inversiones públicas en viviendas y obras de infraestructura venezolanas
generan empleo y reducen las cifras de parados y subempleados en el mercado de
trabajo formal e informal. La complacencia de Obama hacia los banqueros de Wall
Street y los halcones de la reducción del déficit, junto al enorme aumento de
las guerras en el extranjero y del aparato de seguridad nacional, ha llevado a
la Hacienda pública a la bancarrota. Por el contrario, Chávez ha nacionalizado
minas lucrativas del sector privado, bancos y empresas de energía y ha reducido
la tensión militar incrementando los recursos destinados a programas sociales,
como los subsidios a los alimentos. La reducción del déficit de Obama ha
llevado a despidos masivos en la educación y servicios sociales.
Los gastos sociales de Chávez han
aumentado el número de universidades públicas, escuelas primarias y secundarias
y hospitales. Millones de personas han perdido sus hogares mientras Obama hacía
caso omiso a los desalojos forzados de los bancos hipotecarios, mientras que
Chávez ha dado un paso en la solución del déficit habitacional mediante la
construcción de un millón de hogares. Obama presta dinero a los bancos privados
a interés cercano a cero; con ese dinero, que los bancos privados no prestan a
las empresas productivas para crear puestos de trabajo, prefieren especular en
el extranjero comprando bonos del Tesoro (por ejemplo, brasileños) que ofrecen
tasas de interés más altas. Chávez invierte directamente en programas de
infraestructuras productivas intensivos en trabajo, proyectos agrícolas
autosuficientes y plantas de procesamiento final, refinerías y fundiciones.
Como resultado de la reaccionaria
política económica que practica y sus amenazas abiertas de cortar programas
sociales básicos, como Medicare, Medicaid y la Seguridad Social, la popularidad
de Obama ha caído en los últimos tres años del 80% al 40%, y sigue bajando. Por
otra parte, sus políticas fiscales y militaristas pro Wall Street
-profundizando y ampliando las guerras de Bush y Rumsfeld y las operaciones
terroristas- han llevado a un giro del clima político estadounidense hacia la
extrema derecha. Ante el último trimestre de 2011, Obama parece vulnerable a la
derrota electoral.
En contraste, el presidente
Chávez, en la cresta de la ola de la recuperación económica, conprogramas
positivos de expansión social e inversiones públicas, ha visto aumentar su
popularidad del 43% en marzo de 2010 a 59,3% en septiembre de 2011. La
oposición, respaldada por EE.UU., está fragmentada y debilitada y es incapaz de
desafiar la percepción popular abrumadoramente positiva de los proyectos de
vivienda e infraestructura en beneficio de los trabajadores, las empresas y los
contratistas de la construcción.
Chávez es vulnerable en
cuestiones de seguridad personal y corrupción e ineficacia administrativas.
Pero se ve que ha adoptado importantes medidas para corregir estos problemas.
Los graduados de la nueva academia de policía proporcionan servicios de policía
honestos y eficientes vinculados a la comunidad, que, en proyectos piloto han
reducido los delitos violentos en un 60%. No obstante, siguen siendo necesarios
esfuerzos para acabar con la corrupción y la ineficiencia burocráticas.
Conclusión
La comparación entre las
presidencias de Chávez y Obama presenta un marcado contraste entre un programa
económico bien elaborado y exitoso, de carácter socialista y de tipo "de
abajo arriba", y un fracasado programa de estímulo capitalista "de
arriba abajo". Mientras que el público estadounidense expresa su
hostilidad por el saqueo realizado por la banca privada de la hacienda pública,
por las amenazas gubernamentales hacia lo que queda de la red de seguridad
social, y por el fracaso de Obama para reducir unos niveles persistentemente
elevados de desempleo y subempleo, la popularidad de Chávez aumenta junto con
la opinión de "sentimientos positivos" que expresan las tres quintas
partes de los electores de su presidencia. Si el gobierno de Chávez continúa y
profundiza su programa de estímulo "de abajo arriba" y la economía
sigue creciendo y él se recupera de un cáncer, con toda probabilidad será
reelegido con un resultado en 2012. Por el contrario, si Obama sigue unido a la
élite empresarial y financiera y liquida los programas sociales, continuará su descenso
hacia una merecida derrota y el olvido. La recuperación económica de Venezuela,
a través de avanzados programas sociales es un poderoso mensaje al pueblo
norteamericano: hay una alternativa a las políticas económicas regresivas
"de arriba abajo": se llama socialismo democrático y su defensor es
el presidente Chávez, que habla y trabaja para la gente, en oposición a un
estafador Obama que habla para la gente y trabaja para los ricos.
07-10-2012
Elecciones venezolanas: Una
auténtica elección
James Petras
Rebelión
Traducido para Rebelión por
Paco Muñoz de Bustillo
Introducción
El domingo 7 de octubre, los
votantes venezolanos decidirán si siguen apoyando al presidente actual, Hugo
Chávez, o se decantan por el candidato de la oposición, Henrique Capriles
Radonski.
Será una elección entre dos
programas y dos sistemas sociales situados en las antípodas: Chávez reclama un
aumento de la titularidad pública de los medios de producción y de consumo, un
incremento del gasto social en programas asistenciales, una mayor participación
popular en las instituciones locales, una política exterior independiente
basada en una mayor integración latinoamericana, un aumento de la fiscalidad
progresiva, la defensa de la sanidad pública y programas educativos gratuitos y
la propiedad pública de la producción petrolera. En el otro extremo, Capriles
representa a los partidos y a la élite que apoyan la privatización de las
empresas públicas, se oponen a la sanidad y a los programas educativos y de
prestaciones sociales puestos en marcha por el actual gobierno y defienden las
políticas neoliberales favorables a ampliar el papel del capital privado,
extranjero y local, y su control de la economía. Aunque Capriles afirma ser
partidario de lo que él denomina ”el modelo brasileño" de ”mercados libres
y bienestar social", sus seguidores políticos y sociales son y han sido
fuertes defensores de los tratados de libre comercio con EE.UU., la restricción
del gasto social y una fiscalidad regresiva. A diferencia de lo que ocurre en
Estados Unidos, los electores venezolanos tienen en sus manos la posibilidad de
realizar una auténtica elección y no solo de tomar una decisión cosmética: los
dos candidatos representan clases sociales bien diferenciadas, poseen visiones
sociopolíticas divergentes y cuentan con distintos aliados internacionales.
Chávez está con América Latina, se opone al imperialismo norteamericano allá
donde se manifieste y es un defensor incondicional de la autodeterminación y de
la integración latinoamericana. Capriles Radonski está a favor de los tratados
de libre comercio con EE.UU., se opone a la integración regional, apoya las
intervenciones norteamericanas en Oriente Medio y es un defensor acérrimo de
Israel. Durante la campaña electoral, como era previsible, todos los medios de
comunicación norteamericanos han estado saturados de propaganda contraria a
Chávez y favorable a Capriles, llegando incluso a predecir una ”victoria"
del protegido de Washington, o al menos un resultado apretado. Las predicciones
propagandísticas de los medios y de los expertos se basan exclusivamente en
fragmentos selectivos de encuestas de dudosa fiabilidad y en comentarios
vertidos durante la campaña. Pero lo peor de todo es la ausencia absoluta de
cualquier tipo de debate serio sobre el legado histórico y los rasgos
estructurales que forman el contexto esencial de esta elección trascendental.
Legado histórico
Cuando se produjo la primera
victoria electoral de Chávez en 1998, la economía y la sociedad venezolanas
llevaban casi un cuarto de siglo cayendo en picado, con corrupción
generalizada, inflación galopante, disminución de la riqueza y aumento de la
deuda, delincuencia, pobreza y desempleo. Las protestas masivas que se
desarrollaron a finales de los ochenta y comienzos de los noventa culminaron en
la masacre de miles de habitantes de los suburbios, un fallido golpe de Estado
y una desilusión general con el sistema político bipartidista. Se privatizó la
industria petrolera; la riqueza del petróleo hizo medrar a una élite empresarial
que iba de compras a la ”Quinta Avenida", invertía en apartamentos en
Miami, acudía a clínicas privadas para estiramientos faciales e implantes
mamarios y enviaba a sus hijos a escuelas exclusivas para asegurar la
transmisión intergeneracional del poder y el privilegio. El país era un
baluarte del proyecto norteamericano para el Caribe, América Central y del Sur.
Venezuela estaba polarizada socialmente pero el poder político era monopolio de
dos o tres partidos que competían por el apoyo de las diversas facciones de la
élite gobernante y de la embajada norteamericana. El saqueo económico, la
regresión social, el autoritarismo político y la corrupción propiciaron la
victoria electoral de Hugo Chávez en 1998 y con ella todo un cambio gradual en
las política públicas, favorable a la transparencia política y las reformas
institucionales, que marcó un giro hacia una mayor equidad social. El fallido
golpe de Estado militar-empresarial de abril de 2002, apoyado por Estados
Unidos, y el fracaso del cierre patronal de los directivos petroleros de
diciembre 2002 a febrero 2003 (el "paro petrolero") marcaron un hito
en la historia política y social de Venezuela. El asalto violento movilizó y
radicalizó a millones de trabajadores y habitantes de los suburbios que se
echaron a la calle a defender la democracia y que presionaron a Chávez para que
”girara hacia la izquierda". La derrota del golpe de Estado y del cierre
patronal capitalista (apoyado por EE.UU.) fue la primera de una serie de
victorias populares que abrieron la puerta a amplios programas sociales en el
ámbito de la salud, la vivienda y las necesidades educativas y alimentarias de
millones de venezolanos. Como consecuencia de su participación en el golpe de
Estado, la clase dirigente venezolana y norteamericana sufrió pérdidas
significativas de personal estratégico en el ejército, la burocracia de los
sindicatos y la industria del petróleo. Capriles fue uno de los líderes del
golpe, a la cabeza de una banda de matones que asaltó la embajada cubana, y un
colaborador activo del paro petrolero que paralizó temporalmente toda la
economía nacional. Tras el golpe y el paro petrolero se celebró un referéndum,
financiado por Estados Unidos, que pretendía la revocatoria de Chávez y tuvo un
estrepitoso fracaso. Las derrotas de la derecha reforzaron las tendencias
socialistas del gobierno, debilitaron la oposición de las élites y enviaron a
los Estados Unidos de misión a Colombia, gobernada por el presidente
narcoterrorista Uribe, en busca de un aliado militar para desestabilizar y
derrocar al régimen desde el exterior. Aumentó la tensión en la frontera, las
bases norteamericanas se multiplicaron hasta siete y los escuadrones de la
muerte colombianos cruzaron la frontera. Pero la región al completo cerró filas
contra una invasión norteamericana, bien por principios, o bien por miedo a que
los conflictos armados pudieran salpicar por encima de las fronteras. Este
legado histórico de los gobiernos autoritarios y los triunfos de Chávez está
profundamente grabado en las mentes y las conciencias de todos los venezolanos
que se preparan para votar en las elecciones de este domingo. El historial de
hostilidad profunda de las élites ante cualquier resultado democrático que
favorezca a la mayoría popular y la defensa por parte de las masas de su
”presidente socialista" se ven reflejados en la profunda polarización
política del electorado y la mutua antipatía u ”odio de clase" que se
filtra en la cobertura de la campaña electoral. Para las masas, se trata de
elegir entre los abusos del pasado y los avances actuales, la movilidad social
ascendente y las mejoras materiales en el nivel de vida; en las clases alta y
media adinerada reina un gran resentimiento por la pérdida relativa de poder,
privilegios, prestigio y preferencias personales. Las pérdidas relativas
sufridas por las élites derechistas han alimentado un resentimiento que
conlleva peligrosas connotaciones para la democracia en el caso de que
perdieran las elecciones y de políticas revanchistas en el caso de que las
ganaran.
Configuración institucional
Que la élite derechista no
controle el gobierno no quiere decir que carezca de una fuerte base
institucional de poder. El 80 por ciento del sector bancario y financiero está
en manos privadas, al igual que la mayor parte de la manufactura de servicios y
una proporción importante del comercio al por menor y al por mayor. La
oposición cuenta asimismo con ciertas simpatías dentro de la burocracia
pública, la Guardia Nacional y el ejército, y todos estos funcionarios apoyan
de forma activa o pasiva a los grupos políticos derechistas. El núcleo social
de la derecha se encuentra en las asociaciones empresariales, financieras y de
terratenientes, y la derecha controla aproximadamente una tercera parte de los
alcaldes y gobernadores y más del cuarenta por ciento de los diputados
nacionales. Las principales multinacionales europeas y norteamericanas del
petróleo tienen una cuota minoritaria importante en el sector. Asimismo, la
derecha mantiene el monopolio de los medios impresos y cuenta con una audiencia
mayoritaria en radio y televisión, a pesar de los avances gubernamentales. El
gobierno, por su parte, ha ganado influencia gracias a la nacionalización de
bancos (un 20 por ciento del sector), su cuota de la industria minera y
metalúrgica, unas cuantas plantas procesadoras de alimentos y una base de apoyo
sustancial en el sector agrícola, que le proporcionan los beneficiarios de la
reforma agraria. El gobierno ha ganado la confianza de los empleados del sector
público y los trabajadores de la industria petrolera, de los servicios sociales
y del sector de la vivienda y de la asistencia. Parece que goza de un fuerte
apoyo en un ejército y una policía constitucionalistas. Asimismo, ha creado
medios de comunicación de masas y ha promovido toda una red de emisoras de
radio comunitarias. La mayor parte de los sindicatos y asociaciones de
campesinos respaldan al gobierno. Pero su verdadera fuerza se encuentra en las
organizaciones comunitarias cuasi-institucionales enraizadas en los extensos
asentamientos urbanos y encuadradas en las diferentes “misiones sociales”.
Desde el punto de vista del poder monetario, el gobierno cuenta con las
sustanciosas ganancias del petróleo para financiar programas de impacto social
a corto y medio plazo, contrarrestando eficazmente las influencias del sector
privado y de los grupos”de base” que actúan de forma abierta o encubierta
financiados por fundaciones norteamericanas, ONG y ”agencias de ayuda”. En
resumen, a pesar de las enormes derrotas políticas del pasado y de décadas de
mal gobierno y corrupción, la derecha retiene una base institucional poderosa
para disputar los grandes avances socioeconómicos del gobierno de Chávez y
organizar una agresiva campaña electoral.
Las dinámicas sociales y la campaña presidencial
La clave para el triunfo en la
reelección de Chávez es mantener la atención en los temas socioeconómicos: los
programas de sanidad y educación universal, el enorme plan de viviendas
públicas puesto en marcha, los supermercados subvencionados por el Estado, la mejora
del transporte público en las áreas más densamente pobladas. Cuanto mayor sea
la polarización social nacional entre la élite empresarial y las masas, menos
probable es que la derecha pueda aprovechar la desafección popular hacia las
autoridades locales corruptas e ineficientes. Cuanto mayor sea el nivel de
solidaridad social entre los trabajadores asalariados y los informales, menos
probable será que la derecha pueda apelar a las aspiraciones de estatus de los
trabajadores y empleados que han visto mejorada su situación y han accedido a
estilos de vida de clase media, curiosamente durante el periodo de prosperidad
inducido por Chávez. La campaña de Chávez se basa en la promesa de continuidad
de la prosperidad social, el mantenimiento de la movilidad social ascendente y
de las oportunidades, un llamamiento a mejorar la sensibilidad frente a la
igualdad social y la justicia... y cuenta con un sólido 40 por ciento del
electorado listo para ir a las barricadas por su Presidente. Capriles atrae a
diversos grupos contradictorios: un sólido núcleo del 20 por ciento del
electorado, compuesto por las élites bancaria, empresarial y, especialmente, la
agraria, junto con sus respectivos empleados, directivos y profesionales, que
anhelan un retorno al pasado neoliberal, a una época en que la policía, el
ejército y las agencias de inteligencia mantenían a los pobres confinados en
sus barrios de chabolas y el tesoro del petróleo fluía hasta sus cofres. El
segundo de los grupos que se ven atraídos por Capriles es el de los
profesionales y los pequeños empresarios temerosos de la expansión del sector
público y de la”ideología socialista” que, sin embargo, deben su prosperidad a
los créditos baratos, el aumento de la clientela y el gasto público. Los hijos
e hijas de este sector próspero son los”activistas” que ven en la caída del
gobierno de Chávez una oportunidad de retomar el poder y el prestigio que
pretenden haber tenido antes de la “revuelta de masas”. La abierta adhesión de
Capriles al neoliberalismo y al golpe militar de 2002 y sus fuertes lazos con
la élite empresarial, Washington y sus homólogos derechistas de Colombia y
Argentina hacen confiar a la clase media en que su promesa de mantener las
misiones sociales de Chávez es pura demagogia por motivos tácticos electorales.
El tercer grupo, con el que Capriles no cuenta pero que le resulta vital para
conseguir un resultado respetable, es de la clase media baja y los pobres
urbanos de las pequeñas ciudades de provincias. Ante ellos, Capriles se
presenta como un seguidor ”progresista” de las misiones sociales de Chávez,
para poder atacar la ineficiencia y las irregularidades de los funcionarios y
administradores locales y la inseguridad pública. La hiperactividad de
Capriles, su demagogia populista y sus intentos de explotar el descontento
local le aseguran algunos votos de las clases bajas, pero sus relaciones con la
clase alta y su largo historial de agresivo apoyo al autoritarismo de derechas
ha impedido que las masas se pusieran de su lado. Por su parte, Chávez está haciendo
hincapié en sus enormes logros sociales, una década espectacular de crecimiento
elevado, disminución de las desigualdades (el índice más bajo de América
Latina) e índices muy elevados de satisfacción popular con el gobierno. Los
fondos para los programas sociales de Chávez han sabido aprovechar un año de
recuperación económica tras la recesión mundial (5 % de crecimiento previsto
para 2012), precios del petróleo de tres dígitos y un entorno político regional
favorable, por lo general, que incluye una tremenda mejora en las relaciones
bilaterales con Colombia.
Correlación de fuerzas a escala internacional, regional, nacional y
local
El gobierno de Chávez se ha visto
enormemente beneficiado por unos precios mundiales muy favorables para su
principal producto de exportación: el petróleo. Además, el Estado ha aumentado
sus ingresos mediante oportunas expropiaciones y subida de los royalties y de
los impuestos, así como de nuevos acuerdos de inversión con capital extranjero
alternativo a pesar de la oposición de algunas corporaciones multinacionales
norteamericanas. Washington, involucrado hasta los huesos en los conflictos que
mantiene en los países musulmanes ricos en petróleo, no se encuentra en
posición de organizar ningún boicot contra Venezuela, uno de sus principales y
más fiables proveedores. Su última iniciativa importante para propiciar
un”cambio de régimen” fue el paro petrolero organizado por los directivos de
PDVSA, la compañía venezolana de petróleos, en 2002-2003, que fracasó
estrepitosamente y provocó el despido de casi todos los”asesores”
norteamericanos y la radicalización de una política nacionalista con el
petróleo. Las iniciativas del gobierno norteamericano para aislar
internacionalmente al régimen de Chávez no han rendido frutos; Rusia y China
han aumentado su comercio y sus inversiones, al igual que otra docena de países
europeos, de Oriente Medio y Asia. La recesión que sufre la Unión Europea y la
desaceleración de la economía norteamericana y mundial no son un buen caldo de
cultivo para los sentimientos favorables a cualquier tipo de restricción de los
lazos económicos con Venezuela. Especial importancia ha tenido la llegada al
poder de regímenes de centro-izquierda en Sudamérica, el Caribe y América
Central, favorables al aumento de los lazos económicos y diplomáticos con
Venezuela y a una mayor integración regional. Por el contrario, el respaldo de
la administración Obama a los golpes de Estado de Honduras y Paraguay, así como
las políticas neoliberales y los tratados de libre comercio promovidos por
Washington han perdido el apoyo en la región. En resumen: la correlación de
fuerzas internacional y regional ha sido muy favorable al gobierno de Chávez y
la influencia dominante de Washington ha declinado. Colombia, uno de los
últimos baluartes de las iniciativas norteamericanas para derrocar a Chávez, ha
dado un giro repentino a su política hacia Venezuela. Tras el cambio de
régimen, del presidente Uribe al presidente Santos, Colombia ha firmado
acuerdos de comercio y de inversiones con Venezuela por valor de miles de
millones de dólares, así como alianzas diplomáticas y militares, alcanzando una
especie de”coexistencia pacífica”. A pesar del reciente tratado de libre
comercio firmado con EE.UU. y del mantenimiento de las bases norteamericanas en
el país, Colombia ha rechazado (al menos en la presente coyuntura) participar
conjuntamente en cualquier intervención militar o política auspiciada por
Estados Unidos o en cualquier campaña de desestabilización. La influencia
política norteamericana en Venezuela se basa fundamentalmente en la
canalización de recursos financieros y el asesoramiento de sus clientes
electorales. A causa de la disminución de aliados regionales externos y la
pérdida de influencia en el ejército venezolano y las fuerzas paramilitares
colombianas, Washington se ha centrado ahora en sus clientes electorales.
Mediante importantes transferencias financieras, ha conseguido imponer un
candidato único entre grupos opositores bien dispares, fabricando una ideología
de ”centrismo” moderado para camuflar las tendencias neoliberales de extrema
derecha de Capriles, al tiempo que contrataba a cientos de agitadores y
organizadores ”comunitarios” para explotar la sustancial brecha que separa las
promesas programáticas de Chávez de la aplicación incompetente e ineficiente de
dichas políticas que realizan los funcionarios locales. La debilidad
estratégica del gobierno de Chávez se encuentra en el ámbito de lo local, en la
incapacidad de los administradores de mantener el suministro de electricidad y
de agua corriente. En el ámbito internacional, regional y nacional, la
correlación de fuerzas favorece a Chávez. Washington y Capriles intentan
compensar la fuerza regional de Chávez atacando sus programas regionales de
asistencia, afirmando que está desviando recursos al extranjero en lugar de
atender los problemas de casa. Pero Chávez ha asignado enormes recursos a
infraestructuras y gasto social; el problema no es el envío de fondos al
exterior, sino la mala administración de los funcionarios chavistas locales,
muchos de ellos acostumbrados al clientelismo de personalidades y partidos del
pasado. En cuanto al aumento de la delincuencia y la escasa imposición de la
ley, le costarían a Chávez algo más que unos cuantos votos si no fuera porque los
mismos índices de criminalidad están presentes en el estado de Miranda, donde
Capriles ha gobernado los últimos cuatro años.
El resultado electoral
A pesar de las enormes mejoras
que ha aportado el gobierno de Chávez a las clases bajas y el sólido apoyo con
que cuenta entre los pobres, la emergente clase media producto de la era Chávez
tiene expectativas de un mayor consumo y una menor delincuencia e inseguridad;
intentan distanciarse de los pobres y aproximarse a los más acomodados: sus
ojos miran hacia arriba y no hacia abajo. El entusiasmo, tras doce años en el
poder, se ha debilitado pero el temor de las masas a una reversión neoliberal
pone límites al electorado potencial que Capriles pueda atraer. A pesar de la
delincuencia y de la ineficacia y corrupción de los funcionarios, la era Chávez
ha sido un periodo extremadamente favorable para la clase baja y los sectores
empresarial, comercial y financiero. Y este año, 2012, no es ninguna excepción.
Según datos de la ONU, el índice de crecimiento de Venezuela (5 %) es superior
al de Argentina (2 %), Brasil (1,5 %) y México (4 %). El consumo privado ha
sido el principal promotor del crecimiento gracias al incremento de los
mercados de trabajo, del crédito y de la inversión pública. La inmensa mayoría
de los venezolanos, incluyendo a algunos sectores empresariales, no votarán
contra un gobierno en ejercicio que ha generado una de las recuperaciones económicas
más rápidas del hemisferio. El pasado derechista radical de Capriles y su
actual proyecto encubierto podría generar conflictos de clase, inestabilidad
política, deterioro económico y un clima desfavorable para los inversores
internacionales. Probablemente Washington no favorecería un golpe de Estado o
una campaña de desestabilización tras las elecciones si Capriles pierde por un
margen significativo. La popularidad de Chávez, las leyes sobre prestaciones
sociales, las ganancias materiales y el crecimiento dinámico de este año le
aseguran una victoria por un margen de 10 puntos. Chávez conseguirá el 55 % de
los votos y Capriles el 45 %. Washington y sus acólitos derechistas planean
consolidar su organización y prepararse para las elecciones al Congreso del
próximo diciembre. La idea es ir
”ocupando las instituciones” con el fin de paralizar las iniciativas del
ejecutivo y frustrar el intento de Chávez de seguir adelante con una economía
socializada. El talón de Aquiles del gobierno se encuentra precisamente en el
ámbito local y estatal. Los funcionarios incompetentes y corruptos deberían ser
sustituidos por dirigentes locales eficientes y controlados por la comunidad,
capaces de poner en marcha los programas inmensamente populares de Chávez. Y
Chávez debería prestar mucha más atención a la política y la administración
local para poder igualar allí sus éxitos en política exterior. El hecho de que
la derecha sea capaz de juntar medio millón de manifestantes en Caracas no se
basa en el atractivo ideológico de un pasado ruinoso y golpista, sino en su
habilidad para sacar partido de las quejas crónicas de carácter local que no
han sido solucionadas: delincuencia, corrupción, apagones y cortes de agua. En
la elección de octubre 2012 no solo está en juego el bienestar del pueblo
venezolano sino el futuro de la integración y la independencia latinoamericana
y la prosperidad de millones de personas que dependen de la ayuda y la
solidaridad de Venezuela. Una victoria de Chávez proporcionará una plataforma
para la rectificación de un proyecto social básicamente progresivo y la
continuación de una política exterior antiimperialista. Su derrota
proporcionaría a Obama -o a Romney- un trampolín para relanzar los programas
neoliberales y militaristas existentes antes de la era Chávez, durante la
infame década Clinton (los noventa) de expolio, saqueo, privatizaciones y
pobreza.
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