Antonia Muñoz / Opinión

“Dale un pescado a un hombre y comerá un día, enséñale a pescar y comerá todos los días”. Así reza un Proverbio chino cuya sabiduría es innegable cuando aconseja que a los hombres y mujeres de un país se les debe enseñar a trabajar para que puedan procurarse sus alimentos todos los días. Obviamente, trabajar también le permitirá a todo hombre o mujer cubrir sus necesidades básicas, y así vivir una vida digna con el producto de su trabajo. El apóstol Pablo en la 2da Carta a los Tesalonicenses (3: 6-12), señala el deber de trabajar, y entre otras cosas puntualiza: “Porque vosotros mismos sabéis de que manera debéis imitarnos; pues nosotros no anduvimos desordenadamente entre vosotros, ni comimos en balde el pan de nadie, sino que trabajamos con afán y fatiga día y noche, para no ser gravosos a ninguno de vosotros…. si alguno no quiere trabajar, tampoco coma…” La CRBV en su artículo 87, establece que toda persona tiene derecho al trabajo y el deber de trabajar. En nuestra opinión, los únicos que están exceptuados de trabajar son las y los niños, los adultos mayores y las personas de cualquier edad con alguna discapacidad física y/o mental que le impida realizar cualquier tipo de trabajo.
Los planteamientos anteriores los suscribimos totalmente; sin embargo, cada sociedad debe tener los mecanismos para ofrecer a cada niña y niño la oportunidad de ir apropiándose de las herramientas socialmente aceptables para “aprender a pescar”. Lamentablemente, esto que podría considerarse “el deber ser”, no siempre se cumple. Sin entrar en mayores detalles del por qué hay países pobres y países ricos, sabemos que en los primeros predominan formas de gobierno excluyentes que permiten o propician que muchas familias no tengan acceso a la instrucción y formación a la que todo ser humano tiene derecho. Como el ser humano no es el centro de la atención de tales gobiernos, la salud, viviendas dignas y los servicios básicos, también son mercancías costosas a las que sólo tienen acceso un grupo privilegiado de la sociedad.
Aún más, muchas veces se puede dar la contradicción de países ricos con buena parte de la población empobrecida, como es el caso de Venezuela, que a pesar de las inmensas cantidades de petróleo sacada de nuestro subsuelo, principalmente a partir de 1922, llegamos a 1998 con un país empobrecido. De esta manera, en 1999, Hugo Chávez recibió una Venezuela con 49% de los hogares viviendo en pobreza general y una cuarta parte (26%) de los hogares viviendo en pobreza extrema, lo cual significa que no sólo habitaban una vivienda inapropiada y con carencia de todos los servicios básicos, sino que las entradas que percibía la familia no le alcanzaba ni para adquirir la cesta alimentaria.
Todo este largo recordatorio es para quien pueda interesar, pero muy especialmente para los dirigentes de la oposición que viven criticándolo todo, como que si el imperio para el que ellos trabajan y los gobernantes que propiciaron nuestra pobreza material y espiritual; y a quienes éllos siguen admirando y exaltando, no tuvieran nada que ver con este desastre social que la Revolución Bolivariana está tratando de revertir. Arruinaron al país durante casi un siglo y ahora se espantan porque después de 12 años del gobierno bolivariano todavía 7 % de los hogares en Venezuela viven en pobreza extrema. Quieren ignorar el descenso de la pobreza general de 49 a 26% y de la pobreza extrema de 26 a 7%.
Este piso de 7%, en el cual parece haber una especie de estancamiento, es el que se propone romper el Presidente Chávez unificando las Misiones: Madres del Barrio, Niño Jesús y José Gregorio Hernández para darles a las familias en pobreza extrema un apoyo integral, con un aporte financiero por concepto de tres hijos máximo, siendo esta cantidad duplicada cuando se trate de hijos con discapacidad; porque entre otras cosas, muchas de las discapacidades requieren atención de por vida por parte de las madres, lo cual les impide en muchos casos realizar cualquier trabajo fuera de la casa.
El precitado apoyo financiero debe ir principalmente a la compra de alimentos subsidiados por el Estado en las redes Mercal. Mientras se apoya a estas familias con el aporte señalado; paralelamente, nos aseguraremos que a los miembros adultos de estos hogares se les ofrezca capacitación en los oficios de su preferencia para que a corto y mediano plazo puedan trabajar dignamente, aunque sea en sus hogares, y así cubrir total o parcialmente sus necesidades materiales, sobre todo la de alimentación. Cuando las familias en pobreza extrema vivan en el medio rural o semi – rural, deben recibir capacitación y estímulo para que rindan el presupuesto familiar con la producción de al menos una agricultura de subsistencia. No se justifica que las familias campesinas compren los aliños, las verduras, las frutas y la proteína animal que puedan producir con la mano de obra familiar. El objetivo es sacar de la pobreza extrema al 7 % de familia que a pesar de los esfuerzos hechos en estos 12 años todavía no producen lo suficiente ni siquiera para comer. Qué de cuestionable tiene regalar el pescado a los pobres mientras lo enseñamos a pescar? Qué proponen quienes critican? Qué hicieron durante todas las décadas que les tocó gobernar? Independencia y Patria Socialista! Viviremos y venceremos!

Caracas – Guanare 22 de noviembre de 2011.