Libia: Proyecto piloto de la OTAN

"En Libia, como ya ha ocurrido en Afganistán e Irak, la OTAN no va a
llevar ninguna democracia ni va a haber un minuto de paz en muy largo
tiempo(...). La democracia que quieren para nuestros pueblos es su
sumisión al ganador en la enconada disputa por el control territorial de
la energía, el agua, el oro, minerales estratégicos y alimentos", dice
en su análisis, Ángel Guerra Cabrera.


(Diario “La Jornada” (México) /Rebelión.org). En el derrocamiento de
Gadafi la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) ha aplicado
un proyecto piloto que le permitiría intervenir donde quiera que le
convenga con el pretexto de proteger a los civiles. El “derecho a
proteger”, ya invocado en los criminales bombardeos de Serbia, se
presenta como una gran conquista de los derechos humanos posmodernos.
Propiciaría a la coalición imperialista derribar líderes con algún grado
de insumisión -desde relativamente rebeldes, ergo Gadafi, a
revolucionarios antimperialistas como Hugo Chávez-, preferentemente
asentados sobre pletóricos recursos estratégicos. En Libia, en otra
violación flagrante del derecho internacional, la Alianza Atlántica tomó
partido por el lado opositor en una guerra civil dentro de un Estado
soberano en la que, por si fuera poco, su líder –guste o no- contaba con
apoyo popular y de gran parte del ejército.

El proyecto consiste en alegar que un grupo en el país en cuestión está
siendo atacado por un dictador y, recurriendo a burdas manipulaciones,
sobredimensionarlo en los “medios”. Éstos se encargan de crear una imagen
idílica del primero (suplantado rápidamente, si es necesario, como
hicieron con el movimiento juvenil de Bengazi, por el mercenario Consejo
Nacional Transitorio) y de demonizar al villano de turno, aunque haya
sido “amigo” hasta el día antes (caso de Gadafi). Con la presión
mediática y diplomática -en Libia fue decisiva la complicidad de la Liga
Árabe y la abstención de China y Rusia- se logra una ambigua resolución
del Consejo de Seguridad para proteger a los civiles. La OTAN la trasmuta
en un plan de cambio de régimen, que combina una feroz campaña de
bombardeo aéreo con acciones de infantería “rebelde”, a la que entrena y
arma, y la participación en los combates decisivos de un andamiaje de
inteligencia satelital de Estados Unidos, apoyado por expertos y fuertes
grupos de tropas especiales “aliadas” sobre el terreno. Así cayeron sobre
Trípoli.


En el plan de la OTAN los medios de difusión dominantes han cumplido una
función militar de primer orden, tal vez como nunca antes en una guerra
de rapiña imperialista. No es casual que como se hizo en su momento con
la televisión de Serbia, otra vez fueran destruidas como objetivos
militares las instalaciones de la televisión pública libia. Claro, con
las correspondientes bajas “colaterales” entre su personal.


Se trata, además, de otro jalón de la contrarrevolución montada por
Estados Unidos y el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) –grupo
ultrareaccionario de satrapías fundamentalistas bajo el comando de Arabia
Saudita- contra la rebelión de los pueblos árabes, que, con distintas
variantes y resultados, se ha aplicado también en Túnez, Egipto, Bahrein,
Yemen y Siria. Ha sido el megamillonario y ambicioso emirato de Qatar el
que dentro del CCG ha dedicado sus mejores afanes a empujar la
intervención “humanitaria” en Libia. Cuánta semejanza con el ataque
burgués-aristocrático contra la Revolución de 1848. Con una gran
diferencia. Ésta se desarrolló cuando el capitalismo entraba en una de
sus mayores etapas de auge y necesitaba impulsar la producción aunque
tuviera que hacer algunas concesiones a los trabajadores. La sublevación
árabe, en cambio –como otros episodios de la rebelión juvenil
internacional en curso-, estalla cuando el capitalismo sufre la peor
crisis de su historia y su elite dirigente no muestra ningún interés en
la mínima redistribución de riqueza.


La acción de la OTAN en Libia, y la que eventualmente aplicaría en Siria
si se lograra otra resolución del Consejo de Seguridad -¿o pasarán por
encima de éste?- contradice los principios de soberanía, libre
determinación de los pueblos, no intervención y solución pacífica de las
controversias, codificados en la carta de la ONU gracias a la lucha de
los pueblos contra el fascismo y el colonialismo. En Libia, como ya ha
ocurrido en Afganistán e Irak, la OTAN no va a llevar ninguna democracia
–ni siquiera la meramente representativa ya cuestionada por los pueblos
en rebelión- ni va a haber un minuto de paz en muy largo tiempo. Los
imperialistas agresores de Libia odian la democracia real, verdadera,
como gobierno del pueblo. Cegados por su arrogancia colonial no pueden
tratar más que como subordinados y atrasados a los pueblos “de color”. La
democracia que quieren para nuestros pueblos es su sumisión al ganador en
la enconada disputa por el control territorial de la energía, el agua, el
oro, otros minerales estratégicos y los alimentos.

Fuentes: Diario “La Jornada” (México), por: Ángel Guerra
Cabrera/Rebelión.org 25/8/2011