¡Conejo (USA) llamando a burro (Rusia) orejón!
Luego de leer las siguientes declaraciones de los mandatarios de USA y Rusia,:
Putin: "Tengo la impresión que la gente en Estados Unidos se sienta en algún
laboratorio a hacer experimentos, al igual que con las ratas", dijo,
"sin saber las consecuencias".
Obama: "El presidente
Obama enfatizó que las
acciones de Rusia son una violación a la soberanía y la
integridad territorial de Ucrania, que nos ha llevado a tomar varios pasos en
respuesta, en coordinación con aliados europeos"
Me ha embargado una duda de como poder explicar el comportamiento de algunos seres humanos, en lo referente a su cinismo y desverguenza, para aseverar afirmaciones que solo pueden ser creídas por ellos mismos.
Eso me llevo a investigar un poco en la psicología, ya que este tipo de comportamiento es más común principalmente en los niños, y allí encontré la explicación a muchas de las situaciones que ocurren en el ambito mundial.
En primer lugar existe un mecanismo de defensa psicologica denominado la
Proyección,
¿Qué es la proyección? Un
viejo refrán dice: “Nada es más fácil que ver la paja en el ojo ajeno y no ver
la viga en el propio”. También está el que indica: “Cree el ladrón que todos
son de su condición”. Y es a Ortega y Gasset a quien pertenece esta máxima:
“Nada es verdad, nada es mentira, todo depende del color del cristal con que se
mira”. Cada uno de estos dichos y ejemplos puede sernos de utilidad para
aproximarnos al mecanismo de proyección. Este consiste en la tendencia del ser
humano a percibir y sentir en el exterior según los propios contenidos del
mundo interior.
Como mecanismo psíquico de
defensa, la proyección es un intento de expulsar del interior todo aquello que
se relaciona con nuestros motivos, impulsos, sentimientos, pensamientos y
deseos, y atribuirlos a las personas y las cosas del exterior, para reaccionar
después frente a ello.
La proyección es uno de los
principales enemigos de la razón, de la objetividad y de la verdad. Implica
también, como ya se ha señalado, la dificultad de reconocer el mundo y a los
otros seres en toda su diferencia.
En segundo lugar y relacionado con la Proyección, nos encontramos con la Megalomanía, que pareciera explicar principalmente todo lo que hoy asociamos con el odio, tal como el racismo, clasismo y discriminación entre otros.
Hasta tres por ciento de la población (aproximadamente 210 millones de personas) puede presentar
megalomanía, según datos de la Organización Mundial de la Salud, dice Mario Esparza,
profesor e investigador del Centro de evaluación psicológica, de la Universidad de
Guadalajara.
La megalomanía es definida como un trastorno de la personalidad,
caracterizado porque la persona tiene ideas de grandeza, de manera que puede
mentir, manipular o exagerar algunas situaciones o a las personas, a fin de
conseguir sus objetivos.
Su carácter es voluble, indeciso y en ocasiones se pueden tornar agresivos,
cuando no les salen bien las cosas. El padecimiento puede estar presente a
cualquier edad, pero es más notorio cuando son jóvenes o adultos.
“Si los contradices son peligrosos, porque se enojan tanto que pueden ser
agresivos y groseros, de manera que es necesario tener cuidado”. Son factores
de riesgo para desarrollar este padecimiento aquellos que han sufrido violencia
intrafamiliar, incluso abuso físico o sexual. Ese tipo de conductas es una
forma en la que ejercen dominio o creen tener poder.
La
megalomanía es un estado psicopatológico
caracterizado por
delirios
de grandeza,
poder,
riqueza u
omnipotencia.
A menudo el término se asocia a una obsesión compulsiva por tener el control.
La palabra deriva de dos raíces griegas,
megas (grande) y
manía
(obsesión). A veces es un
síntoma de desórdenes psicológicos como el complejo de
superioridad o la compulsión eufórica, donde el sujeto aquejado de esta
perturbación tiende a ver situaciones que no existen o a imaginarlas de una
forma tal que sólo él termina creyendo. Las puede emplear para manipular
sentimientos y situaciones de cualquier tipo. Es un mal estudiado por los
especialistas desde tiempos muy remotos. Los ejemplos más comunes son de
emperadores,
monarcas,
dictadores y de
jefes de familia, entre otros.
Por último, encontramos una patología asociada a las anteriores, que explica principalmente el comportamiento asumido de algunos personajes de la oposición venezolana, esta es el Victimísmo,
o victimización que no es mas que la tendencia de una persona a
considerarse víctima o a hacerse pasar por
tal. Una víctima es quien sufre un daño personalizable
por caso fortuito o culpa ajena. El victimista se disfraza
por tanto de víctima, consciente o inconscientemente, simulando una agresión o
menoscabo inexistente; y/o responsabilizando erróneamente al entorno o a los
demás.
En Lógica es una retórica demagógica que busca
desprestigiar de una forma falaz la argumentación del
adversario denotándola como impuesta o autoritaria. Para ello, el sujeto
victimista posiciona a su adversario de forma implícita como atacante al
adoptar una postura de víctima en el contexto de la discusión.
En Psicología una personalidad victimista o tendencia
psicológica victimista que puede llegar a desembocar en una conducta
patológica como trastorno paranoide consiste en una tendencia a
culpar a otros de los males que uno padece y resguardarse en
la compasión ajena. Esta tendencia se caracteriza por una
deformación pesimista de la realidad en la que el sujeto se regodea
en el lamento y queda incapacitado para realizar cualquier tipo de autocrítica.
Es uno de los pilares de la cultura de la queja.
La retórica victimista es una técnica demagógica que
consiste en descalificar al adversario mostrándolo como atacante en lugar de
refutar sus afirmaciones. Para ello el sujeto adopta el rol de
víctima dentro del contexto de la discusión, de tal forma que el otro
interlocutor queda posicionado implícitamente frente a terceros como un
impositor autoritario y su argumentación como mera imposición o
ataque. En ocasiones se realiza junto con la retórica del punto medio y
se relaciona estrechamente con la conducta megalomaníaca.
De esta forma sus argumentos son difícilmente refutables, pues cualquier
contraargumentación queda transformada en prueba de la omnipotencia o sutileza
de los ofensores. Por el contrario, cualquier ataque que realice queda envuelto
en un manto de candidez ya que supuestamente se está defendiendo
justificadamente.
En ocasiones, esta retórica va encaminada a no reconocer
los errores propios, eludiendo la responsabilidad o la
rectificación. De esta forma, el orador victimista logra escabullirse de la
discusión desprestigiando el argumento vencedor sin reconocer que estaba
equivocado, o como último recurso cuando finalmente se ve incapacitado para
exponer un argumento racional.
En base al recurso del victimismo, cuando la personalidad paranoide desea
influir en la toma de decisiones ajena suele acudir a dos estrategias:
- Victimismo populista dictatorial paranoide: Culpabilizar de
supuestos fracasos al cuadro directivo (directores,
administradores...) adoptando el papel de víctima rechazando toda autocrítica y
reclamando justicia popular (ejecuciones, despidos, amenazas...).
-
Victimismo paranoide intergrupal: Acusar de una supuesta
persecución, conspiración o incomprensión por parte del otro grupo.
Es característico del victimismo irredento.
El victimismo es un trastorno paranoide de la
personalidad muy común en la que el sujeto adopta un rol de víctima a fin
de, por un lado, culpar a otros de conductas propias, y por otro, enarbolar
la compasión de terceros como defensa a supuestos ataques.
Mediante una proyección, en el sentido de Sigmund Freud, el
victimista recurre a la estrategia mental de colocar fuera de sí la
responsabilidad o los males que realmente le pertenecen. En este sentido, la
personalidad de víctima o victimismo, consiste entonces en defenderme de
posibles situaciones de malestar a través del no reconocimiento y la proyección
externa de una determinada situación. Estos se muestran débiles y maltratados
para encontrar el apoyo de otros y evitar tener que realizar los esfuerzos que
su situación de vida, natural o adquirida les requiere.
Como esta mentalidad no siempre logra alcanzar los
objetivos ésta conduce a su vez con facilidad a la desesperación,
el conformismo ante el infortunio e incluso el resentimiento,
la ira o el deseo de venganza contra lo que le rodea;
formando un victimismo agresivo, una forma rabiosa de victimismo que
consiste en molestarse por que otros no son como nosotros o como deseamos que
sean. En estos casos la tendencia es a atacarlos, acusarlos, etiquetarlos para
dañarlos moral, emocional o físicamente en una demostración de intolerancia
excluyente. Por ello en ocasiones surge junto con la megalomanía, ya
que el sujeto, donde no se ve continuamente elogiado y aceptado, se ve víctima
de supuestas conspiraciones y hostilidades (victimismo integrupal).
El sujeto cree que es sólo una víctima del entorno o los demás, por lo que
la culpa en todo caso es del entorno o los demás.
El sujeto muestra un pesimismo exacerbado frente a la realidad que
le rodea, sobredimensionando lo negativo, recelando de lo que surge a su
alrededor y presumiendo mala fe. De esta actitud surge un morboso afán por
descubrir agravios nimios para sentirse discriminado o maltratado con el fin de
achacar a instancias exteriores una supuesta actitud perversa y agresiva que
representa todo lo malo que le sucede. De esta forma, su susceptibilidad les
lleva a reaccionar con crispación ante la más mínima crítica, elevada
inmediatamente a la consideración de grave ofensa.
El sujeto cree que es sólo una víctima del entorno o
los demás, por lo que no merece sentirse culpable.
El sujeto encuentra placer en manifestarse como una
víctima ante los demás. Esta cultura de la queja en realidad es una
forma llamar la atención, mendigando protagonismo mediante una estrategia de
lamentos y forzando la compasión de los que le rodean. De esta
forma, en vez de luchar por mejorar las cosas el sujeto compite en la
exhibición de sus supuestas desdichas.
El sujeto cree que es sólo una víctima del entorno o
los demás, por lo que no tiene la culpa de nada de lo que hace.
El sujeto victimista es incapaz de extraer
una crítica constructiva de lo que le rodea, tendiendo a considerar
como enemigo a cualquiera que se atreva a hacerle alguna corrección. A
lo sumo será capaz de aceptarla cuando provenga de alguien que le resulte afín
. De esta forma, el victimista se autocontempla con
indulgencia, eludiendo su verdadera responsabilidad, sintiendo que su
posición de víctima justifica todos sus actos. Para las personas que caen en
esta actitud, todo lo que les hacen a ellos es intolerable, mientras que
sus propios errores o defectos son sólo simples futilezas sin importancia que
sería una falta de tacto señalar.
Es tambien importante mostrar algunos extractos del libro:
Estudios
de Etnopsicología y Etnopsiquiatría, pág
124, Universidad de Barcelona, editorial
Marcombo, 1994.
Finalmente, encontramos algunos consejos que nos da la psicología para afrontar a todos estos personajes:
Trece pautas para librarse de los sociópatas
Se trata de una traducción muy libre, incluso me salto párrafos
enteros, de la última parte del capítulo octavo de un libro titulado
"The
Sociopath next door", escrito por Martha Stout.
Pueden parecer consejos baratos de un manual de autoayuda, ojalá lo
fueran. Lamentablemente son necesarias porque los sociópatas, o psicópatas (son
sinónimos), representan un cuatro por ciento de la población. Entre ellos, los
que tienen gustos tan extremos y peligrosos como los que se gasta Hannibal
Lecter son rarísimos, la mayoría son expertos manipuladores que se sirven de la
mentira para parasitar a sus víctimas o por el placer de destruir
o por odio o porque sí. La mayoría dan pena, no miedo.
1. Asume que existen personas que carecen de conciencia. No tienen la pinta
de Charles Manson ni parecen extraterrestres, aparentemente son personas
normales.
2. Si estás ante una persona cuya profesión, aficiones o convicciones suelen
generar confianza (profesores, médicos, líderes, amantes de los animales,
humanistas), pero tu intuición te mueve a pensar que algo va mal, confía en tu
instinto.
3. Si te estás planteando empezar una relación de cualquier tipo no soportes
más de tres mentiras, tres promesas rotas o tres obligaciones
incumplidas. Una mentira puede ser un malentendido, dos puede ser un gran
error, tres revelan que estás tratando con un mentiroso. Los sociópatas basan
toda su estrategia en la mentira. Lárgate. Por duro que sea, siempre será más
fácil cuanto antes lo hagas.
4. Desconfía de la autoridad.
En situaciones en las que alguien proclame que la represión, la violencia,
la guerra o cualquier otra afirmación que te resulte alarmante es la solución
definitiva para algún problema, presta atención a tus alarmas. El sentido de
esta pauta se aclara muy bien con lo que se conoce como el experimento de
Milgram. Se trata de una serie de experimentos que comenzaron en 1961 con el
objetivo de averiguar si cabía la posibilidad de que los cómplices del
Holocausto solo estuvieran siguiendo órdenes.
Se toma a dos participantes, uno será el “maestro” y el otro el “alumno”. Se
sujeta al alumno en una silla y se le colocan unos electrodos que generan una
descarga eléctrica, al maestro se le da un pulsador que activa la descarga. La
persona que dirige el experimento se ocupa de presionar al maestro para que
vaya aumentando la potencia de la descarga, de 15 en 15 voltios, desde los 45
iniciales hasta unos letales 450 voltios. Se entiende que el supuesto alumno
está compinchado con el director del experimento y que las descargas no son
reales. El resultado es que el 65% de los participantes llegaron a aplicar la
descarga de 450 voltios y ninguna de las cuarenta personas participantes paró
antes de alcanzar los 300 voltios que, al parecer, bastan para dejarte en coma.
He resumido
un
artículo de la wikipedia, aunque el libro en el que aparecen las pautas que
estoy traduciendo cuenta con un muy buen capítulo sobre el tema.
Lo que dice la regla es que por mucho que el director del experimento,
la autoridad en este caso, te ordene que sigas apretando el botón, no sigas
apretando si algo dentro de ti te grita que debes parar.
5. Sospecha de la adulación.
Los cumplidos son estupendos, sobre todo si son sinceros, pero la adulación
es una falsificación. Es el material del falso carisma y casi siempre implica
un intento de manipulación. Este tipo de manipulación puede ser inocuo, pero
también puede ser siniestro. No permitas que te masajeen el ego.
6. Si es preciso revisa tu concepto de respeto.
Demasiado a menudo confundimos miedo y respeto y cuanto más tememos a
alguien más le vemos como merecedor de nuestro respeto. En un mundo perfecto,
el respeto debería darse espontáneamente solo ante aquellas personas que son
fuertes, amables y valientes. Quien se beneficia de tu temor no es nada de eso.
7. No entres en el juego.
La intriga es una herramienta que manejan muy bien los sociópatas. Resiste
la tentación de competir con un sociópata seductor, la tentación de demostrar
que eres más astuto que él, de psicoanalizarle y hasta de charlar con él. Si te
pones a su nivel descuidarás lo que realmente importa que es protegerte de él.
8. La mejor forma de protegerte de un sociópata es evitarle, rechazar
cualquier forma de comunicación con él. No te preocupes por herir sus
sentimientos, no tienen sentimientos.
Es posible que tus amigos o familiares no entiendan por qué estás evitando a
una persona concreta, la sociopatía es sorprendentemente muy difícil de
detectar y mucho más difícil aún de explicar. Evítale de todas formas. Y si no
puedes evitarle completamente tiende a evitarle tanto como sea posible.
9. Plantéate si no estarás siendo demasiado compasivo.
La compasión es un resorte social muy valioso y por eso debe ser reservada para
la gente inocente que de verdad está pasándolo mal o ha tenido un golpe de mala
suerte. Si en vez de eso estás dedicando tu compasión a personas que te hacen
daño, a ti o a cualquier otra persona, y que se empeñan en conseguir tu
simpatía, la posibilidad de que estés tratando con un sociópata es casi del
cien por cien.
En relación con esto, te recomiendo que te plantees sobre la necesidad de ser
siempre muy educado. En nuestra cultura, ser lo que llamamos “civilizado” es
como un reflejo y con mucha frecuencia nos encontramos siendo automáticamente
educados, incluso ante alguien que nos irrita, nos miente o apuñala por la
espalda. Los sociópatas sacan mucho partido de esta cortesía automática.
10. No intentes redimir lo que no tiene remedio.
Las segundas oportunidades (y las terceras, cuartas y quintas) son para
personas que poseen conciencia, si estás tratando con alguien que no la tiene
asúmelo y evita el disgusto.
11. De ninguna manera ayudes a un sociópata a ocultar su verdadero carácter.
El “por favor, no lo cuentes” es la marca registrada de ladrones, pederastas y
sociópatas. Es un canto de sirena, no lo escuches, otra gente merece ser
alertada más de lo que los sociópatas merecen que les guardes el secreto. Si
insiste en que estás en deuda con él recuerda que ese “estar en deuda” ha sido
y sigue siendo, literalmente, la muletilla de los sociópatas. Es lo que Rasputín
le dijo a la zarina. No lo escuches y, de paso, ignora también el “eres igual
que yo”, no lo eres.
12. Defiende tu salud mental.
No permitas que un sociópata te convenza de que la humanidad es un desastre,
un fallo. La mayoría de los seres humanos tiene conciencia, la mayoría de los
seres humanos son capaces de amar.
13. Vivir bien es la mejor venganza.